martes, 2 de diciembre de 2008

El Tránsito de la Virgen, de Mantegna


El Tránsito de la Virgen, de Mantegna, se guarda hoy en la sección del Museo donde se agrupan los pintores italianos. Como se trata de un cuadro de cortas dimensiones, el visitante novicio no lo encuentra enseguida. Además está colocado como al descuido, sin ningún aparato de supremacía presidencial. Tampoco llama la atención por la pompa o la simpatía del color, por ninguna de las seducciones de la vivacidad. Pero yo te juro, amigo mío, que en esta tablilla lívida se encierra una de las más puras realizaciones de belleza que hayan conocido los hombres. De ferviente del arte sé (muy pocos, pero, en fin, de entre los mejores) que, si un día el fuego debiese consumir todo este Museo y en manos de ellos estuviera salvar una obra nada más, no vacilarían y se precipitarían hacia el Mantegna.

Inteligible, claro, El Tránsito de la Virgen, lo es plenamente. Claro, no quiere decir precisamente fácil. Al contrario, este linaje de belleza trae para su goce mucha dificultad y exige en el gozador estar de vuelta de muchas cosas.

He aquí, en resumen, cómo he intentado, dando un rodeo, definir el supremo valor de esta obra en mi libro El viento en Castilla: "Decimos, para elogio de unas flores artificiales: Parecen naturales. En cambio, unas flores naturales exquisitas pueden proporcionarnos la ilusión de la artificialidad...Paralelamente en la obra de un grabador elogiamos -elogíabamos, ayer, con el naturalismo, sobre todo- que, a fuerza de habilidad, reproduzca la morbidez de la pintura. Pero unas predicciones más austeras llegarán a valorar, en una obra de pintura, la seca, precisa, áspera calidad de grabado. La pintura que se asemeja más abnegadamente a un grabado es El Tránsito de la Virgen, del Mantegna..."

Sí, aquí ya no queda ni siquiera rastro de sensualidad, de halago, de brillo. Todo distribuido, estructurado, lógico. "Parece que un viento frío ha secado todas las cosas -recuerdo haber dicho en otra parte-. Hasta los nimbos de santidad que rodean las cabezas son (perdóneseme la grosería de la expresión) discos amojamados..." Si La caza de Meleagro recuerda a un frontón ático, El Tránsito de la Virgen, a una columna dórica. También recuerda a la geometría de Euclides, a la prosa de Tucídides, a la psicología de Stendhal...La cima de la dignidad. Una apariencia fría, pero, en lo hondo de lo hondo, ¡qué pasión!

No hay cuadro mejor compuesto que éste, en la antología de la pintura universal.



Eugenio d'Ors "Tres horas en el Museo del Prado"