miércoles, 1 de julio de 2009

La pintura en el siglo XX: El Cubismo I


¿En qué consiste la "revolución" del cubismo?


El cubismo es un movimiento completamente intelectualista, totalmente apartado de la Naturaleza; pinta las cosas no como las vemos, sino tal como las conocemos; las cosas sabidas igual que las deseadas. Es decir, sabe muy bien que el objeto que vemos no es tan sólo la cara que presenta; de ahí que represente también unos contornos posteriores y superiores. No existe razón para no mostrar el objeto en su totalidad y limitarse a un aspecto parcial del mismo. El cubismo ha elaborado una geometría muy complicada, lo cual hace extraordinariamente difícil la "lectura" de la pintura cubista. Se ve el fragmento de un objeto, pero no se ve en su conjunto. Se ven combinarse todos esos fragmentos, los planos, los perfiles. En pocas palabras, tal como se suele decir, "entonces se rompe el jarrón" y con esos fragmentos suelen hacer cosas llamadas pinturas. La pintura no es una reproducción o imitación, sino que sigue siendo ella misma un objeto. De ese modo, con una especulación de este tipo, regida por la abstracción, por la imaginación y por la inteligencia, se puede decir que ha sido creada esa escuela tan singular, el cubismo, que no tiene ninguna relación con las otras maneras de pintar. Los creadores de esta revolución han procedido por tanteo. Todo es experimental, intuituivo y, a la vez, un juego, lo cual le da su nobleza: haber sido un juego de la inteligencia y del buen gusto hecho por hombres dotados de un gran poder intelectual, por ejemplo, hombres como Picasso y Braque. Después llegó la teoría. Algunos de estos pintores aprendieron la teoría de lo que hacían. También fueron ayudados en sus tareas por poetas amigos suyos: Apollinaire, Reverdy, Salmon y Max Jacob. Y todo eso ocurrió en un momento bastante singular de la vida parisiense. Ocurrió en barrios de cierto carácter, como Montmartre y Montparnasse. En Montmartre, una serie de casualidades hizo que en un estudio miserable de la calle Ravignon, llamado Bateau Lavoir, se encontraran nombres como Picasso, Max Jacob y Juan Gris. En Montparnasse, los encuentros tuvieron lugar en estudios, pero paticularmente en cafés (legendarios desde entonces) como Le Sélect, Le Dôme, La Rotonde. Tuvieron lugar también en grupos de estudios, y aquí, con cierta mezcla de poetas y casualidades, se encontraron toda clase de artistas llegados desde lugares muy diversos. Algunos, muy importantes, franceses, como Braque, Léger, a los cules se unió toda una ola de artistas llegados del extranjero, entre ellos judíos expulsados de los países del Este, que llegaban de los guettos de Rusia y Polonia, y otros que no tenían las mismas razones para expatriarse, pero se sentían atraídos por la gloria de París -por ejemplo, españoles e italianos-. En fin, de todos los países del mundo llegaron pintores que no encontraban en su país las condiciones para poder expresar su arte como deseaban. No diré que no hubieran condiciones de vida artística en España o en Italia; al contrario, son países gloriosos en el campo del arte, pero París ejercía entonces un atractivo extraodinario para todos los artistas extranjeros que sentían una vocación, que querían inventar en el dominio de las formas y pensaban que sólo lo podían hacer en París. Francia había acogido ya a Van Gogh. Desde entonces se ha producido una especie de internacionalismo, que se formó en París. Todo esto convirtió a la pintura francesa en la pintura de nuestro siglo.